Este blog, hace muchos años, ha sido una puerta, un escape cuando todo parece no tener salida. Esta semana perdí a personas muy queridas, hoy quiero pensar que sonríen desde el cielo. A otras, se les pierde en vida, y a veces no sabes cual duele mas. Aquí dejo esta narración que identificará a aquellas personas que alguna vez, han sentido que se les escapa el alma en cada suspiro.
... Estaba allí, sentada, con la barbilla apoyada en sus rodillas, temblando como una hoja, hiperventilando, dejando escapar alaridos de dolor, de esos que salen del alma. Habían pasado 9 años, tal vez, sus mejores años, esos en los que no eres tan joven, pero lo suficiente para iniciar caminos. Sin embargo cada camino alterno lo había dejado, porque había elegido aquel hogar, aquella vida, aquella familia que ese día se estaba desvaneciendo. En ese instante solo podía pensar en las cosas malas, las buenas no ayudan a superar pérdidas. Sus palabras parecían cuchillos afilados que cruzaban las fronteras del espacio a través de mensajes cortos, pero lo suficientemente hirientes. Eso no la hacía sentir mejor, ni siquiera sabía por qué lo continuaba haciendo. Ella quería en ese instante que la magia existiera, que el mismísimo Dios bajara del cielo y cumpliera sus verdaderos deseos; llevar aquel traje blanco que tanto había buscado, diseñado y anhelado en revistas y páginas de moda, cargar esta vez acompañada un bebe, y sanar así las heridas del pasado, y que el cambiara su forma de actuar y empezara a mostrarle al mundo entero que ella, esa mujer pálida e imperfecta, era su razón de vida. Sabía que era cuestión de horas y todo acabaría, y todo empezaría. Tomó su alma de la mano, en aquel momento solo la inercia y su inherente título de madre, la mantenían de pie. Caminaron y se perdieron en medio de la multitud, esperando colapsar en una crisis que la hiciera llenar con cualquier material en su camino, aquel hueco que había en su corazón. Y tomó aquellos objetos, los apretó contra su pecho, sin embargo no sintió diferencia. 85 minutos habían sido suficiente para conocer realmente y tropezarse con lo sola que estaba. Pero ya había prometido no llorar, por su única razón para ser fuerte. Recogió los pedazos que le habían dejado deshechos de su alma, los amarró con motivos para empezar a amarse a sí misma, los cosió con la esperanza de recuperar un día la ilusión y los pegó con las lagrimas que había tenido que tragar. Tomó aquel labial, sintiéndose el mismo Guasón, se vistió de fortaleza y lució su más bonita máscara. Esta vez, preferiría oxidar su armadura antes que permitir que llegara a ella cualquier mortal arma emocional, como esa que llaman...amor.